Es que es más que un concierto, es…otra cosa totalmente diferente. Hay miles de bandas, miles de directos, miles de gustos posibles, personales, todos muy respetables. Algunos conciertos son muy buenos, otros más que perfectos, pero esto es totalmente distinto. Es un escalón más en el podio, es algo inalcanzable incluso para los más grandes. La pasión, la fuerza, la garra, el nervio, el dejarse la piel como ningún otro, la infinita diversión y amistad de los músicos, como si fuese la última gran noche de sus vidas, la mayor fiesta y celebración del Rock, el inigualable e incomparable ambiente de felicidad rebosante que se crea con la gente, con las miles de personas de hasta los estadios más grandes, el amor y la fraternidad que se respira, la pasión que brota de cada voz, de cada puño alzado con determinación celebrando el culto, el recital, el concierto, la vida, el pacto hecho con ese eterno amigo que perdurará hasta los restos, que te ha ayudado y apoyado más que casi cualquier persona que hayas conocido realmente. Los viajes de todos los fans a cualquier parte del planeta, por verle. Por verles. Una y otra vez, porque sabes que todo va a ser completamente diferente, nada es igual, porque no hay trampa ni cartón, porque aquí no hay guiones memorizados ni mentiras aprendidas. Aquí no hay una hora o dos horas justas de repetir los mismos movimientos y los mismos gestos y ala, para casa. Y al día siguiente otra vez lo mismo, como un puto negocio y ya está, algo sin alma. Aquí no se explota la vaca, no se tira del hilo, como quien dice, aquí la vaca flipa en colores, todos los días es una diferente. Aquí no hay lucecitas y espectáculos vacíos, discotecas y pantallas y fuegos artificiales para drogar a la masa. No, esto no es como los demás. Esto es muy diferente. Es mucho mejor. Porque es el único, son los únicos, porque también es la E Street Band, que a veces se nos olvida y no la nombramos (y es la mejor BANDA de la historia), porque son los únicos que a pesar de haber alcanzado la cumbre musical mundial, de estar en la élite, son los únicos que llenan estadios y que hacen algo completamente distinto, que no son una empresa, una marca, que pueden tocar lo que les salga de la polla, con una pasión y una energía y una vehemencia real, absolutamente real, con una conexión con cualquier persona del enfervorizado público, como si te cantase sólo a ti, no son coros de ovejas, da igual que en otros conciertos a lo mejor oigas más al público, sientas más fuerza y más locura colectiva, eso es algo sin importancia, más diversión y desgañitarse que otra cosa. Habrá espectáculos más grandes y más efectivos para pasar una noche acojonante, pero no está el meollo, no está la esencia, y eso, es al final lo que más cuenta. Lo único que cuenta. Porque si otros te ofrecen diversión o himnos de rock, o todo caña, o todo música tranquila y bien tocada, Bruce te ofrece miles de cosas más, millones de aristas más, de emociones, de sentimientos, de canciones de casi todos los estilos, creando momentos irrepetibles que no están al alcance de casi nadie (¿Quién te toca un himno absoluto de Rock and Roll que te levanta a un estadio entero al unísono como Born to Run o Dancing in the Dark, y a la vez te puede tocar un Drive All Night que sume a un estadio en la más absoluta penumbra, oscuridad, el azul infinito, el silencio sepulcral y misterioso, una música profunda y completamente distinta a todo lo demás que puedas ver en un concierto, haciéndole llorar y emocionarse a familias enteras, y hasta al más viril y robusto hombretón?). ¿Quién tiene una paleta musical tan amplia? Muy pocos, poquísimos, y desde luego, ninguno de los que llenan un estadio. Sólo Bruce. No es un concierto, es una ceremonia. Una verdadera ceremonia. Una ceremonia de la música. Del Rock. Asistir a un concierto de Bruce (porque los que le amamos nunca lo hacemos por su apellido o por su apodo, «El Boss», sino que le tratamos por su nombre de pila como si le conociéramos personalmente y nos tomásemos unas cervezas con él cada viernes), es algo mucho más importante que asistir a cualquier otro concierto; es una comunión con el Rock, una cita ineludible e imprescindible con un amigo de verdad, una celebración de la vida de la cual salimos renovados espiritualmente, noches en las cuales Bruce te hace sentir parte del espectáculo creando una conexión inexplicable con todos y cada uno de los miles y miles de personas que abarrotan los estadios de sus giras. Algo que no he visto en ningún otro concierto, y muchísimo menos en un estadio gigantesco, como cuando le vi en el Bernabéu por primera vez, en 2012. La noche que más me ha marcado en la vida. Es que es una ceremonia, nunca he vivido en mis carnes nada igual que esos dos conciertos a los que he ido de él. Es que es todo. Desde el primer momento, en el que compras la entrada con un miedo enorme a que se agoten (porque es uno de los pocos en el mundo junto a los Rolling Stones, U2, o AC/DC que te llenan un estadio como si eso fuese un cuchitril, y además en poquísimo tiempo), los meses anteriores a verle, completamente nervioso, esperando el día como si fuese el juicio final, maquinando y elucubrando por saber qué canciones te tocará (algo que no ocurre con NADIE, porque Bruce es el que te toca más de 100 canciones distintas en tan solo 10 conciertos), la suerte que tendrás, qué joya y qué obra maestra de las muchas que tiene y que suenan poquísimo, en las más raras ocasiones, tendrás la enorme suerte y el placer de oír, y que te marcará de por vida el haber vivido ese momento (como yo el Drive All Night y Ain´t Good Enough For You en Gijón, en 2013), es desde el momento en que pisas la ciudad en la que va a tocar (como me dijo Cris Magdaleno), o desde que estás en los alrededores del estadio o del pabellón, y ya sientes algo completamente inexplicable en el corazón, ya es pura magia, el nerviosismo, el histerismo, la hermandad Springsteeniana o Brucera o como quieras llamarlo. Somos Blood Brothers. El reencuentro con la gente, algunos meros colegas de concierto pero a los que guardas un cariño especial por haber compartido experiencias inolvidables con ellos, y otros personas increíbles con las que has forjado una amistad inmensa. Todo es único, todo es magia, hasta las infinitas horas de espera antes del concierto, incluso días antes (muchos fans guardamos cola desde días antes para estar cuanto más cerca posible de nuestro ídolo, ya que ver un concierto de Bruce en las primeras filas es algo completamente distinto a lo demás, es ver a una auténtica banda tocar, es palpar el olor del sudor, es oler el olor del Rock and Roll, es ver con tus propios ojos cómo Bruce hace un gesto y su increíble banda toca una canción determinada, no planeada ni escrita en un guión, o cómo en Gijón uno le lleva un cartel pidiéndole una canción que no es suya, la coge, se lo enseña a los músicos, se miran entre ellos, y la tocan. Ver eso en directo y con tus propios ojos vale infinitamente más que espectáculos gigantescos y lucecitas). Y es que para mas inri son siempre más de 3 o 4 horas, 30 o más canciones. Es que eso es ya la gota que colma el vaso, que es cantidad y calidad joder, no sólo toca siempre cosas distintas (excepto algunas clásicas y famosas que no pueden faltar, si no alguien que no le haya visto nunca se muere), si no que es largo, maratoniano, inexplicable, inhumano, con 64 años 4 horas sin parar. Y cuando se muere alguien relacionado con algún miembro de la banda, como la madre de Steve en Barcelona 2012, o la madre de Max en Glasgow 2013, eso es algo que los fans, que viajan y se ven decenas de conciertos por gira (porque eso es a años luz mejor que unas vacaciones, y ahorras sólo para eso), lo saben antes del concierto, y apoyan de manera incondicional y con un amor único, como una gran familia, la familia más grande del planeta. Como cuando en Gijón entró la madre de Bruce, Adele, al estadio, y todos la aplaudimos y gritamos de amor y agradecimiento al verla. ¿Cómo será cuando muera Adele? Si eso coincide con un concierto, Bruce, todos lo sabemos, no lo cancelaría, como han hecho los Rolling por la trigésimo segunda novia de Jagger. No, saldría, como salieron los compañeros de la E Street Band cuando ellos perdieron a alguien, y los fans llorarían junto a él, le arroparían, le darían su eterno calor, su eterno amor, y sería una noche 10 veces más espectacular, inolvidable, y sentida, que un concierto normal, si cabe. Es el ambiente que se crea, es inexplicable. Inefable. No se puede describir con palabras. La conexión que se crea, la conexión que crea Bruce con su público. Es EL DIRECTO por excelencia, el directo de los directos, no hay nada igual, habrá cosas muy buenas y muy diferentes, pero nada mejor. Absolutamente nada. Y a todos aquellos que esto les parezca exagerado, quizá, el mejor remedio, sería asistir a una de esas noches en las cuales Bruce te hace sentir parte indispensable del concierto y te crea un capítulo en tu vida que nunca habías vivido, y que nunca olvidarás. Sí, estoy eufórico, quizás penséis que soy inocente y exagerado, demasiado pasional, pero es que hoy estoy feliz, estoy feliz porque después de haber pasado unos días completamente nefastos, lúgubres, rodeado de muerte y de amargura, de desesperanza, me he puesto el DVD de Barcelona 2002, y lo he vuelto a ver, el verdadero canto a la vida, la verdadera esencia de la música contemporánea, del Rock and Roll, aquel que después de Elvis, de los Beatles, de Dylan, juntó todos los estilos, ese Soul, ese Rock, ese Jazz, y como un verdadero cóctel de la mejor música del mundo, tanto la negra como la blanca, revivió el mejor y más auténtico Rock, sin colorantes ni aditivos artificiales, y fue nombrado justamente «el futuro del Rock and Roll en el año 73», cuando ni siquiera llenaba un club de bar. Y fue la mayor predicción posible. Y por eso es la última gran superestrella del Rock, y sin duda, la mayor y mejor estrella del Rock de la historia. Es el Rock personificado. Porque uno mira la portada del Born to Run, y no hay imagen en el mundo que represente mejor lo que es el Rock and Roll. Ninguna. Bruce, vuelve pronto, por favor, sólo te he visto dos veces, y has llenado mi corazón y mi alma dejándome una marca y una huella con esos dos conciertos que es completamente inalcanzable y a años luz de cualquier otro evento y persona en toda mi vida. Bruce vuelve, y no te vayas nunca. Gracias Jefe. Mi Jefe. Mi Dios. De todo corazón. Por haberme cambiado la vida. Porque esto no es frikismo, no, esto es la banda sonora de mi vida, y es muy bonito sentirlo, como cuando sientes el verdadero amor con una persona. Muchos a tu alrededor quizás se rían y te llamen empalagoso y sensibilero, pero cuando lo sientes, es algo completamente inexplicable. Y Bruce, es un amor para toda la vida, a diferencia de otros amores. Los amigos van y vienen, las novias van y vienen, pero Bruce siempre está ahí. Contigo. Gracias Jefe. Greetings from Spain.
Por Alvaró Garciaaro